martes, 30 de enero de 2024

La caída


Y esa fue la última vez que tratamos de comunicarnos con Reynolds. La nave dio unas cuantas cabriolas luego de entrar al peculiar aro de colores, pero Ignacio pudo enderezarla, luego de un gran esfuerzo. Al objetivo no podíamos verlo, por lo que Ignacio se negó a lanzar los misiles y decidió dar la vuelta para aterrizar. Sin embargo, por unos segundos entré en pánico al ver la superficie. En ella, nada había, ni la base, ni la ciudad. Sólo kilómetros de nada. Algo como las pampas y algunos árboles dispersos y bosques en forma de islas. Creí ver un poblado lejano, pero lo que más me llamó la atención era que no podíamos aterrizar al no distinguir caminos de asfalto, sólo huellas o caminos de tierra.

El cielo se había despejado y era de nuevo límpido y prístino. Por fin, pudimos ver un camino recto medianamente plano que serviría para decolar. No obstante, el panel de control seguía fuera de línea, frenético y la nave comenzó a hacer “tonel”. Sabía que nuestras vidas pendían de un delgado hilo y que al siguiente segundo podríamos estrellarnos. Cerré los ojos unos segundos, mordí mis labios y traté de superar ese momento. La turbulencia era feroz e Ignacio casi no podía sujetar el volante. El tablero deliraba. No podíamos conocer nuestra ubicación, ni la altura o la presión de la cabina.

- ¡Ignacio, vamos a estrellarnos! – exclamé sobresaltada.
- No Leticia, calmate…
- Ignacio, no se ve la base, lo que veo es llanura, como si fueran las pampas.
- Sí, yo también la veo.
- Atravesamos un puente de Einstein – Rosen.
- Eso es literalmente imposible, nos hubiera aplastado y desintegrado en menos de un parpadeo – replicó Ignacio.
- No, necesariamente.
- No importa ahora; lo que importa es tratar de nivelar el aparato y no caer o por lo menos intentar un aterrizaje de emergencia.
- Voy a enviar un pedido de auxilio.
- Como gustes, pero dudo que te respondan.
- ¡Mayday, Mayday, Mayday, torre de control Reynolds, este es Charlie 933, emergencia por caída inminente, no puedo precisar nuestra posición, controles fuera de servicio, no podemos precisar altitud, tanques de combustible llenos, esta es la teniente Leticia Vázquez, Mayday, Mayday,Mayday, estamos cayendo, ¿me copian?

En un momento, acaricié el mecanismo de eyección, pero no podía dejar a Ignacio, aunque él me solicitó que así lo hiciera. Repentinamente y sin haber oprimido botón alguno, la nave disparó por sí sola los dos misiles a tierra y alcancé a ver cómo una especie de galpón era reducido a escombros en cuestión de segundos, tras lo cual, perdimos altura sin remedio y sin gobierno del A4. Apenas pudimos estabilizarlo y milagrosamente tocamos tierra sin explotar en mil pedazos, a costa de destrozar el tren de aterrizaje y hundiendo en el suelo, parte del radomo, que se quebró con el impacto, luego de una loca carrera hasta un bosque de eucaliptos que nos detuvo.

- Nacho, esto es La Pampa o la Provincia de Buenos Aires, quizás – dije en voz baja.
- Puede ser.
- Te reitero que atravesamos un agujero de gusano.
- ¿Cómo podés estar tan segura?
- Fijate en el reloj digital de la nave, ¿qué marca?
- No puedo creerlo…
- Jueves 14 de abril de 1842.
- Leticia, será mejor que tomemos nuestras armas de mano, debemos ser cuidadosos.
- Ignacio, estamos varados 175 años en el pasado, ¿qué no podés entender?
- Me cuesta aceptarlo; revisá si alguna computadora de la nave quedó en pie; yo iré a explorar, pero antes comprobá si los controles alcanzaron a determinar las coordenadas de la caída.
- Sí, acá están; 34º 16’ 53.1” latitud sur, 59º 08’ 59” longitud oeste.
- Estamos en la Provincia de Buenos Aires, lo sé, pero ¿dónde exactamente? – preguntó de manera retórica Ignacio.
- Se me ocurre que pronto lo averiguaremos.
- Eso me temo; ¿está tu nueve milímetros cargada?
- Sí, cargada y con dos cargadores más y completos.
- Regreso enseguida; este bosque no creo que nos sirva de refugio por mucho más tiempo.
- No te alejes demasiado.
- ¿Insistís con eso que te dijo esa insana profetisa?
- Esa insana profetisa era yo realmente.
- Como sea, tendremos que comunicarnos de alguna manera con la Fuerza Aérea.
- Nacho, no habrá Fuerza Aérea hasta 1912.
- Veremos.