domingo, 4 de diciembre de 2016

The new mysteries of Noelia


"To inhabit a labyrinth is something desperate or perhaps I express myself poorly It´s something hopeless and I know that this word sounds ugly But I don´t find another more adequate Each step you take, seems like the steps that fall back If you lose the thread of Ariadne, you´ll lose everything. All hope vanishes. Each corridor you choose, it´ll only be futile enthusiasm for freedom that doesn´t arrive and won´t come. Just the walls to which you cling or strike almost lifeless and impotent. Living a labyrinth is no task for humans, but for gods, and I ... I am not a god. "
Christopher Owen Harrison (Philadelphia, 1829 - London, 1896)

Nuevos caminos de Noelia


“Habitar un laberinto es algo desesperante. O quizás me expreso pobremente. Es algo desesperanzador. Sé que la palabra suena fea. Pero no hallo otra más adecuada. Cada paso que das, parecen dos pasos que retrocedes. Si pierdes el hilo de Ariadna, lo pierdes todo. Toda esperanza se desvanece. Cada pasillo que elijas, sólo será vano entusiasmo por la libertad que no llega ni llegará. Sólo paredes a las que te aferras o golpeas casi exánime e impotente. Habitar un laberinto no es tarea para humanos, sino, para dioses. Y yo… no soy un dios”. 
Christopher Owen Harrison  (Filadelfia, 1829 – Londres, 1896)






lunes, 7 de noviembre de 2016

Praga te espera...


Capítulo 3
“A Praga… ida”

Buenos Aires, martes 25 de junio de 1968.

Diario “La Prensa”. Despacho de Juan Carlos Pacheco.

Pacheco había mandado llamar a Alejandra. Alejandra estaba por retirarse a su casa ese día. Iría a beber algo por ahí, con Daniel. Pacheco no sabía cómo tomaría la noticia. Se hallaba sumido en un profundo dilema: no deseaba enviar a Alejandra a Praga. Pero lo habían presionado desde arriba y desde la SIDE. 

La oficina de Pacheco se ubicaba en el último piso. Ella, en cambio tenía su cuchitril en el primer subsuelo. No muy distante de las máquinas rotativas, que a veces la sacaban de quicio, lo cual no era una hazaña, sino un hábito. Tapada de recortes de noticias propias, lejanas, nuevas o vetustas, con polvo incluido y pinchadas en carteleras de corcho. Su escritorio era un asco, impresentable e irritante. A ella no le perturbaba su caos. “Es mi mugre y mi caos. Ellos y yo nos llevamos tan bien, que casi vamos de la manito como noviecitos…” – solía repetir a sus compañeros que la criticaban. Su “Lexikon 80”, a la que aporreaba con sus dos dedos, pues Alejandra no sabía escribir con los diez, de color marrón plateado, soportaba sus furias, cuando una nota no salía bien. O salía más o menos. Lo cual era más frecuente. Varias carpetas recalcitrantes disimulaban la panera. En ella cualquier papel de poca monta o un documento de altísima relevancia se codeaban palmo a palmo. La panera era como una caja de Pandora. Sobre esa caja de Pandora, un cadete, le había dejado el recado de Pacheco, para que ascendiera a la estratósfera del poder dentro del diario y fuera a hablar con él acerca de cierto asunto excepcional. A un costado del escritorio y algo tambaleante, un retrato de Daniel, manchado de café o de algo similar al café. Cada tanto lo miraba y lo tocaba, como sintiéndolo más cerca, que de tan cerca, estaría junto a ella o dentro de ella. En realidad, estaba adentro de su alma. Con o sin mancha de café. 

Mientras subía las coquetas escaleras de mármol de Carrara, adornada de orfebrería de otros tiempos, Alejandra cavilaba. “Saigón o Praga”, “Congo o México”… “Da igual, de algo hay que morir y que se vayan a la puta que los parió” – decía entre dientes. En el camino hacia el despacho del jefe máximo o casi máximo o casi jefe, se topó con Luis Alberto Paredes. Paredes era el encargado de noticias sociales, pero no de la “baja” sociedad, sino de la otra. Acostumbrado a fiestas, ágapes, presentaciones de libros que sólo los leerían los amigos de sus autores, tan antiperonistas como quienes los escribieron, sándwiches, saladitos y derivados y con suerte algún Dom Pérignon caído del cielo, como un maná, pero con sabrosas burbujas. Paredes hacía honor a su apellido. En su persona rebotaban de manera infructuosa, todos los insultos y puteadas por más que fuera un perfecto prototipo de alcahuete. En verdad rebotaban precisamente por ser un alcahuete y caradura. Para Paredes no había “compañeros”, sino, “escalones” a los cuales pisar para ascender, como quien salta en una cama elástica y así, algún día, ocupar el rivadaviano sillón de Pacheco. Paredes bajaba de las alturas y casi colisionó con Alejandra…

- Hola Ale, ¿cómo estás querida? – dijo con falsa amabilidad Paredes.
- No soy tu querida y ando para el orto – respondió Alejandra. 
- Siempre tan graciosa – disimuló desoírla Paredes.
- Graciosos son los monos. Si me querés llamar mona, hubieras sido más directo.
- Bueno Alejandrita, que termines bien el día…

“Alejandrita no me llama ni mi viejo, pelotudo”, - se alejó mascullando Alejandra.

"Alejandra en primavera", © Jorge Vai.
ISBN 978-987-33-5862-3







lunes, 17 de octubre de 2016

Wheels


"How do you know when to stop and when to go on. I wish I had traffic lights of life. How simple it would be all. You would know in advance what to do. And while, I think it would be very monotonous, we would like automatons, doing what is expected of us at every step, every moment. That life, would be hell. Then, there was something worse than this. Hamsters with their wheels, without stopping, to delight someone, maybe an omnipresent owner who gloats and laughs with his pets. Or maybe we are really hamsters and what we believe freedom is circumscribed to a bowl of shit we can not see or smell, touch, because we are so engrossed in our little miseries that we hardly see beyond our little lives are we are phagocytosed like the white blood cells do to the bacteria. What if... everything is a lie? ... 

Noelia García diary, November 1994.-

Ruedas


“Cómo saber cuándo detenerse y cuándo seguir. Ojalá hubiera semáforos de vida. Qué sencillo sería todo. Se sabría de antemano qué hacer. Y al mismo tiempo pienso que seria muy monótono, seríamos como autómatas realizando lo que se espera de nosotros a cada paso, a cada instante. Qué vida de infierno sería. Entonces, había algo peor que esto. El ser hamsters que le dan a la ruedita sin parar, para delicias de vaya saber qué dueño omnipresente que se regodea y se ríe de sus mascotas. O tal vez sí, somos hamsters y lo que creemos libertad, en realidad se halla circunscripta a una pecera de mierda que no podemos ver u oler, tocar, porque nos hallamos tan abstraídos en nuestras pequeñas miserias que apenas vemos más allá de un día a día que nos fagocita como el glóbulo blanco a la bacteria. ¿Y si todo es mentira?...”

Diario de Noelia García, diciembre de 1994...











lunes, 10 de octubre de 2016

One day, any day...

Noelia sat on a bench of Plaza de Mayo, Buenos Aires, November, 1992

At a certain moment, a young man sat beside her, a guy in his early thirties. brown hair, brown eyes and sincere look. He was well dressed, in dark blue suit, with bright and expensive shoes. If what he wanted was to impress Noelia, it will surely cost a higher price. In turn, he lit a cigarette...

- How old are you? - Impertinent asked the stranger.
- What do you care, "boludo"? - Said Noelia even more impertinent.
- I did not mean to be rude, excuse me - replied the young man.
- Me neither. It just, is not my day, today.
- Sometimes happens…
- Yes, sometimes it happens, shit happens. What is your name? - Noelia asked.
- Damien, as the Antichrist of prophecy - said Damien.
- I do not believe in nonsense.
- No no. Gregory Peck film.
- I do not watch much TV, excuse me - said Noelia.
- And you, what is your name?
- Noelia.
- Like the song.
- Exactly, like the song - Noelia said, rolling her eyes as tired of that cliché.
- Do you go to the cinema?
- Occasionally.
- You´re strange ...
- And you are a guy, dressing an elegant suit, asking me for my life, like my psychoanalyst.
- Forgive me ... - Damien pleaded.
- Forgive me here, excuse me there. You spend asking for forgiveness, you look like a penitent of the Middle Ages when it appeared the "Black Death".
- You seem rude, but when you talk, your culture, you want to hyde, appears.
- What´s your job?
- I'm a doctor - Damien said.
- Oh that´s good.
- Psychiatrist.
- It was inevitable ...
- What was inevitable, that you and me meet here?
- No, you were a psychiatrist.
- So obvious it is?
- What is obvious is that you saw a single young female with scowling, sitting on a park bench and you said to yourself "I'm going to hook her"
- I swear it was not my intention.
- So, you are gay ...
- No, I'm not gay.
- So you want to roll up me, but intead, you found a little head that has made a fucking salad. "A case",if you prefer...
- I don´t consider you a case, You're a human being first.
- Seriously? I may be human or not; but it may also be that if I had been a buddy, you would have not noticed me.
- I dont know…
- Damien of the Prophecy, I have quit the Judiciary carreer for drugs use. I have to develop the "duel". If you are a psychiatrist as you say, you'll understand me.
- If I understand and I leave you alone. Forgive me again ... - Damien said.
- Ego te absolvo to peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. You can retire in peace, brother.
- Goodbye Noelia - Damien said goodbye.
- Goodbye brother Damien - Noelia replied smiling as a polite farewell.

Seconds later, Noelia kept in isolation in the midst of the crowd that came and went without ceasing. Oriental tourists did not neglect details of the Government House and were amazed with the Pyramid of May, one day, any day...

LMCN 2016 



En un día, de cualquier día...


Noviembre de 1992, la Plaza de Mayo, Buenos Aires. Noelia se encontraba sentada en un banco...


En un determinado instante, se sentó junto a ella, un tipo de unos treinta y cinco años. Cabellos castaños, ojos café y mirada sincera. Estaba bien vestido, de traje azul oscuro y corbata al tono, zapatos irremediablemente brillantes y caros. Si lo que pretendía era impresionar a Noelia, seguramente le costaría un precio mayor. A su vez, se encendió un cigarrillo, pero de tabaco…

- ¿Qué edad tenés? – preguntó impertinente el desconocido.
- Qué te importa, boludo – respondió aún más impertinente Noelia.
- No pretendía ser descortés, perdoname – replicó el joven.
- Yo tampoco. Sólo que hoy no es mi día.
- A veces pasa…
- Sí, a veces pasa. ¿Cómo te llamás? – preguntó Noelia.
- Damien, como el Anticristo de la Profecía – dijo Damien.
- No creo en pelotudeces.
- No, no. La película de Gregory Peck.
- No miro mucha tele, disculpame – agregó Noelia.
- Y vos, ¿cuál es tu nombre?
- Noelia.
- Como la de la canción.
- Exacto, como la de la canción – dijo Noelia poniendo los ojos en blanco como cansada de ese lugar común.
- ¿No vas al cine?
- Ocasionalmente.
- Sos rara…
- Y vos un tipo de traje, que me pregunta por mi vida, como si fuera mi psicoanalista.
- Perdoname… - suplicó Damien.
- Perdoname aquí, perdoname allá. Te la pasás pidiendo perdón, parecés un penitente de la Edad Media cuando apareció lo de la peste negra.
- Parecés grosera, pero cuando hablás se devela tu cultura aunque no lo deseés, como si quisieras esconderla, bajo un manto de palabrotas.
- ¿A qué te dedicás?
- Soy médico – dijo Damien.
- Ah, mirá.
- Psiquiatra.
- Era inevitable…
- ¿Que nos conociéramos?
- No, que fueras psiquiatra.
- ¿Tan evidente es?
- Lo evidente es que viste a una mina sola con cara de pocos amigos, sentada en un banco de plaza y te dijiste “me la voy a levantar”.
- Te juro que no era ésa mi intención.
- Entonces sos gay…
- ¡No!, no lo soy.
- Entonces me querías levantar y en lugar de eso, te encontrás a una que tiene la cabecita hecha una ensalada rusa. “Un caso”, por decirlo de otra manera.
- No te considero un caso, sos un ser humano ante todo.
- ¿En serio? Puede que sea humana o no; pero también puede ser que si hubiera sido un tipo, ni te habrías fijado en mí.
- No sé…
- Damien, de la Profecía, me acaban de rajar del Poder Judicial por consumo de estupefacientes. Tengo que elaborar el “duelo”. Si sos psiquiatra como decís, me vas a entender.
- Sí, lo entiendo. Te dejo tranquila. Perdoname de nuevo… - dijo Damien.
- Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Podés retirarte en paz, hermano.
- Adiós Noelia – dijo Damien despidiéndose.
- Adiós hermano Damien – contestó Noelia sonriéndole a modo de despedida cortés.



Segundos después, Noelia seguía en su aislamiento en medio de la multitud que iba y venía sin cesar. Los turistas orientales no descuidaban detalles de la Casa de Gobierno o se asombraban con la Pirámide de Mayo, en un día, de cualquier día...

martes, 4 de octubre de 2016

Emily...


"Emily había despertado con cierta inesperada placidez ese día, un buen día de invierno de ese invierno de julio de 1892. Era jueves y no un jueves cualquiera. Sus amigos franceses festejaban su “toma de la Bastilla”, pero a ella poco le importaba, pues era británica, nacida en Kent, en 1869. La amplia sala que era su dormitorio, daba al Río de la Plata, ese mismo río que la arrullaba en esas noches de insomnio sin té de tilo. El dormitorio sobresalía de la construcción general de la casona, como una punta de lanza que desafiaba al manso estuario, como la torre de un castillo perdido en su Inglaterra natal. Una casona en las barrancas de San Isidro, que su esposo había comprado a una familia de aristócratas venidos a menos, luego de la grave crisis económica de 1890..."

"Emily had woken up with some unexpected placidity that day, a good winter day, that winter of July of 1892. It was Thursday and not a Thursday either. Her French friends were celebrating their "Prise de la Bastille", but it mattered little, because she was born British in Kent, in 1869. The large hall that was his bedroom, overlooking the Rio de la Plata, was the same river that lulled her, in those sleepless nights without linden tea. The bedroom protruded from the general construction of the house, as a spearhead that defied the meek estuary, like the tower of a lost castle in her native England. A house in the canyons of San Isidro, which her husband had bought from a family of broken aristocrats, after the severe economic crisis of 1890..."

"Emily"
Jorge Vai © 2016