sábado, 4 de febrero de 2017

En un día, de cualquier día...



(Noelia se halla sentada en un banco de la Plaza de Mayo, noviembre de 1992.) 

En un determinado instante, se sentó junto a ella, un tipo de unos treinta y cinco años. Cabellos castaños, ojos café y mirada sincera. Estaba bien vestido, de traje azul oscuro y corbata al tono, zapatos irremediablemente brillantes y caros. Si lo que pretendía era impresionar a Noelia, seguramente le costaría un precio mayor. A su vez, se encendió un cigarrillo, pero de tabaco… 

- ¿Qué edad tenés? – preguntó impertinente el desconocido. 
- Qué te importa, boludo – respondió aún más impertinente Noelia.
- No pretendía ser descortés, perdoname – replicó el joven.
- Yo tampoco. Sólo que hoy no es mi día.
- A veces pasa…
- Sí, a veces pasa. ¿Cómo te llamás? – preguntó Noelia.
- Damien, como el Anticristo de la Profecía – dijo Damien.
- No creo en pelotudeces.
- No, no. La película de Gregory Peck.
- No miro mucha tele, disculpame – agregó Noelia.
- Y vos, ¿cuál es tu nombre?
- Noelia.
- Como la de la canción.
- Exacto, como la de la canción – dijo Noelia poniendo los ojos en blanco, como cansada de ese lugar común.
- ¿No vas al cine?
- Ocasionalmente.
- Sos rara…
- Y vos un tipo de traje, que me pregunta por mi vida, como si fuera mi psicoanalista.
- Perdoname… - suplicó Damien.
- Perdoname aquí, perdoname allá. Te la pasás pidiendo perdón, parecés un penitente de la Edad Media cuando apareció lo de la peste negra.
- Parecés grosera, pero cuando hablás se devela tu cultura aunque no lo deseés, como si quisieras esconderla bajo un manto de palabrotas.
- ¿A qué te dedicás?
- Soy médico – dijo Damien.
- Ah, mirá.
- Psiquiatra.
- Era inevitable…
- ¿Que nos conociéramos?
- No, que fueras psiquiatra.
- ¿Tan evidente es?
- Lo evidente es que viste a una mina sola con cara de pocos amigos, sentada en un banco de plaza y te dijiste “me la voy a levantar”.
- Te juro que no era ésa mi intención.
- Entonces sos gay…
- ¡No!, no lo soy.
- Entonces me querías levantar y en lugar de eso, te encontrás a una que tiene la cabecita hecha una ensalada rusa. “Un caso”, por decirlo de otra manera.
- No te considero un caso, sos un ser humano ante todo.
- ¿En serio? Puede que sea humana o quizás, no; pero también puede ser que si hubiera sido un tipo, ni te habrías fijado en mí.
- No sé…
- Damien, de la Profecía, me acaban de rajar del Poder Judicial por consumo de estupefacientes. Tengo que elaborar el “duelo”. Si sos psiquiatra como decís, me vas a entender.
- Sí, lo entiendo. Te dejo tranquila. Perdoname de nuevo… - dijo Damien.
- Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Podés retirarte en paz, hermano.
- Adiós Noelia – dijo Damien despidiéndose.
- Adiós hermano Damien – contestó Noelia sonriéndole a modo de despedida cortés. Segundos después, Noelia seguía en su aislamiento en medio de la multitud que iba y venía sin cesar. Los turistas orientales no descuidaban detalles de la Casa de Gobierno o se asombraban con la Pirámide de Mayo. Noelia sonrió. Por un momento deseó ser parte de ese alegre grupo que parecía tan alborotado y cuyo bullicio llegaba hasta ella... en un día, de cualquier día... 

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