viernes, 4 de abril de 2014

Alejandra saw a record-player


"Alejandra saw a record-player in the apartment of Radek. She checked one by one the vinyl discs. Found 'Paint it Black' by her beloved Stones. She played it. Felt that she wanted to become dark and his pursuers could not see her and even thought, see that his blood was no longer red, but dark of all darkness, as if the day was eclipsed in unmitigated night ... "
Prague, Saturday August 24th, 1968. 

"Alejandra" ® 2014

Alejandra

"Alejandra vio un tocadiscos en el departamento de Radek. Revisó uno por uno los vinilos. Encontró 'Paint it Black' de sus amados Stones. Lo puso. Sentía que ella también quería tornarse oscura y que sus perseguidores ya no pudieran verla y hasta creía ver que su sangre ya no era roja, sino oscura de toda oscuridad, como si de pronto, el día se eclipsara en noche y sin atenuantes…"

Praga, sábado 24 de agosto de 1968.


"Alejandra" ® 2014

jueves, 13 de junio de 2013

Alejandra fue al balcón...

Viernes 7 de Junio de 1968.


"Alejandra fue al balcón. Era una noche fría. Pero no le importaba. Se encendió un pucho. Se apoyó en la baranda con los codos. Aún nadie reparaba en su ausencia. Y ella meditaba… Meditaba si las ausencias podían repararse. Pese a sus jóvenes 28 años, Alejandra estaba movilizada. Había visto a la muerte caminar afablemente por el desierto del Sinaí. Le había visto la cara. Una cara sin forma. De un color incoloro. De gestos casi pétreos. No vestía de negro como la muerte de Bergman. Vestía arpillera. Lo que le daba un aspecto aún más bizarro..."

"Primaveras"

© Jorge A. Vai 2012
Todos los derechos reservados

jueves, 6 de junio de 2013

El catoblepas


"No hago otra cosa que sentir bajo el vientre, el calor del fango, mi cráneo es tan pesado que me es imposible llevarlo. Lo enrollo alrededor de mí, lentamente y, con las mandíbulas entreabiertas, arranco con la lengua las hierbas venenosas humedecidas por mi aliento. Una vez, me devoré las patas sin advertirlo".


Jorge Luis Borges, "El libro de los seres imaginarios".

jueves, 30 de mayo de 2013

Giuliana (conclusión)


Ella, casada. Dos hijos. Sin saber aún por qué los trajo al mundo. Probablemente para acatar el mandato de no se quién. Su alma vagaba, no obstante, por senderos que ni su marido, Matías, hubiera creído que existían. Pasadizos secretos de sus secretos. Celosos de ellos. Pero Giuliana había tocado no sólo su mano, sino la cerradura invisible de uno de esos pasadizos. Ignorados. Negados por largo tiempo. Y lo abrió... Así sin más. Irreverente. A sus treinta y tantos.

Ella tentó encenderse un Virginia Slims. Giuliana se anticipó. Tomó su muñeca y se lo encendió. Sus miradas permanecieron suspendidas. Atónitas. Quizás cautivas de un encantamiento tan antiguo como el mundo. Giuliana necesitaba el trabajo de camarera. Pero ese segundo no fue un segundo de dudas. Sólo de certeza. La certeza de apoyar levemente sus labios en los labios de ella. Y luego, en un luego que no pudo ser medido, pues abarcó eternidades, le susurró algo al oído. Ella abrió su carpeta y transcribió ese preciado tesoro al papel. Era el teléfono móvil de Giuliana…

Ya de regreso al hotel. Le sugirió a Matías que aún le restaba mucho por conocer en Italia. Que no quería volver al Nuevo Mundo, no tan nuevo. No aún… A Matías poco le importó. Él tenía obligaciones impostergables. Y lo impostergable para ella se hallaba a metros del León de la Piazza… ya no habría más postergaciones. No había motivos para ello. Y lo impostergable tenía un nombre. Y lo impostergable se llamaba Giuliana. Y su burguesía predecible, se iría al diablo. O al Averno del Dante. Quizás al Segundo Círculo… sólo quería amar y ser amada… y eso… no es pecado… no. 

Aunque el viento de azufre te atormente por toda la eternidad.

Reg. Dir. Nac. de Derecho de Autor 2012 - Jorge A. Vai 2012

miércoles, 29 de mayo de 2013

Atardecer


El día se va solo. No hay razón alguna para que se fuera con alguien. Y la noche lo reemplaza, como quien reemplaza a otro en la guardia. Quizás sólo se trate de eso. Una sucesión de guardias. Y las emergencias quizás seamos nosotros, que deambulamos de guardia en guardia. 


El piano me marca que esta guardia llega a su fin. Y da comienzo otra. Y así hasta que el día reaparezca con un par de cafés a despertar a la noche, que se quedó dormida recordando cuando no había días, ni había noches. Y la noche sonríe. Aunque apenas. Bebe sorbos de delicioso café, mientras mira la copa de los árboles rebosantes de hojas amarillas, obstinadas por caer. Enrosca la bufanda al cuello y se va. Otro día comienza...

Jorge A. Vai
Reg. Dir. Nac. Derecho de Autor
de la República Argentina 2013

martes, 28 de mayo de 2013

Giuliana (Primera Parte)

Se puede nacer en América. Y no es ilícito precisamente. Muy por el contrario. Pero enamorarse, siempre es preferible hacerlo cerca de la Plaza de San Marcos. La vieja Venecia. Con sus viejas historias de mercaderes cristianos o de mercaderes judíos con aroma a Shakespeare, de sacerdotes indignos, algún dux medieval, muy liberal para su tiempo o de putas muy aseñoradas, tanto, que incluso a sus clientes les resultaba difícil reconocerlas.


Se puede nacer en América. Pero ella, en una vuelta de acasos o de azares caprichosos, se enfrentó cara a cara con el amor. Su vida era por demás apacible. Era por demás muy burguesa. Predecible. Y sin embargo, fue impredecible que derramara su cappuccino con abundante canela, casi excesivo, como a ella le gustaba en el Café "Florian" de la "Piazza" y que la camarera acudiera presta a remediar el asunto. El dulce encanto de lo "indeterminado". Ella pidió las disculpas del caso, con la cortesía que la caracterizaba. Y en un instante, su corazón dejó de palpitar, en lugar de palpitar más rápido. El amor es extraño y tiene circunvoluciones insospechadas.

"Giuliana". Tal el nombre de la camarera. Se agachó para recogerle una carpeta que también había ido a parar al suelo. Sus manos se rozaron. Las suaves yemas de sus dedos burgueses sintieron la firme tibieza de la mano de ella. Giuliana sonrió apenas. Como con una timidez que no era verdadera. Como con una complicidad que no era complicidad, sino un deleite muy poco solapado. Al fin y al cabo, todo era posible en Venecia...

Registrado. Dirección Nacional 
de Derecho de Autor 
de la República Argentina 2012.
Jorge A. Vai 2012. 
Todos los derechos reservados.