martes, 28 de mayo de 2013

Giuliana (Primera Parte)

Se puede nacer en América. Y no es ilícito precisamente. Muy por el contrario. Pero enamorarse, siempre es preferible hacerlo cerca de la Plaza de San Marcos. La vieja Venecia. Con sus viejas historias de mercaderes cristianos o de mercaderes judíos con aroma a Shakespeare, de sacerdotes indignos, algún dux medieval, muy liberal para su tiempo o de putas muy aseñoradas, tanto, que incluso a sus clientes les resultaba difícil reconocerlas.


Se puede nacer en América. Pero ella, en una vuelta de acasos o de azares caprichosos, se enfrentó cara a cara con el amor. Su vida era por demás apacible. Era por demás muy burguesa. Predecible. Y sin embargo, fue impredecible que derramara su cappuccino con abundante canela, casi excesivo, como a ella le gustaba en el Café "Florian" de la "Piazza" y que la camarera acudiera presta a remediar el asunto. El dulce encanto de lo "indeterminado". Ella pidió las disculpas del caso, con la cortesía que la caracterizaba. Y en un instante, su corazón dejó de palpitar, en lugar de palpitar más rápido. El amor es extraño y tiene circunvoluciones insospechadas.

"Giuliana". Tal el nombre de la camarera. Se agachó para recogerle una carpeta que también había ido a parar al suelo. Sus manos se rozaron. Las suaves yemas de sus dedos burgueses sintieron la firme tibieza de la mano de ella. Giuliana sonrió apenas. Como con una timidez que no era verdadera. Como con una complicidad que no era complicidad, sino un deleite muy poco solapado. Al fin y al cabo, todo era posible en Venecia...

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de la República Argentina 2012.
Jorge A. Vai 2012. 
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