jueves, 6 de abril de 2017
sábado, 4 de febrero de 2017
In a day, any day...
At one point, there was sitting beside her, a guy of about thirty-five. Brown hair, brown eyes and honest eyes. He was well dressed, dark blue suit and tie to the tone, irretrievably shiny and expensive shoes. If he wanted to impress, it would probably cost him a higher price. In turn, a cigarette was lit, but of tobacco ...
- How old are you? - asked the stranger impertinently.
- What do you care, boludo? - Noelia answered even more impertinently.
- I did´nt mean to be rude, forgive me - replied the young man.
- Me neither, but today is not my day
- Sometimes happens ...
- Yes, sometimes it happens. What´s your name? - asked Noelia.
- Damien, like the Antichrist of Prophecy, - Damien said.
- I don´t believe in "shit".
- No, no. The film with Gregory Peck.
- I don´t watch much TV, excuse me, - Noelia added.
- And you, what is your name?
- Noelia.
- Like the song.
- Exactly like the song - Noelia said, rolling her eyes, as if she was tired of that common place.
- You don´t go to the cinema
- Occasionally.
- You're strange ...
- And you, a guy with a suit, which asks me for my life, as if he was my psychoanalyst.
- Forgive me - Damien pleaded.
- Forgive me here, forgive me there. You go on asking for forgiveness, you seem like a penitent of the Middle Ages, when it appeared the thing of the black plague.
- You seem rude, but if you speak you unveil your culture even if you do not want it, as if you wanted to hide it under a blanket of swearing.
- What´s your job?
- I'm a doctor - Damien said.
- Ahá...
- Psychiatrist.
- Oh WTF. It was inevitable ...
- That we have to meet ourselves?
- No, that you were a psychiatrist.
- Is it so obvious?
- The obvious is that you saw a single young female with a face of and angry one, sitting on a bench in the square and said "I'm going to seduce her.
- I swear that, that was not my intention.
- Then you're gay...
- No, I'm not.
- Then you stay up and in the place of that, you find one girle that has the brain made a Russian salad. "A case", to put it another way.
- I do not consider you a case, you are a human being first and foremost.
- Seriously I may be human or maybe not; but If I would be a buddy, you never would oberver me.
- I don´t know…
- Damien, of the Prophecy, I have just been fired of the Justice Power by consumption of narcotics. I have to work out the "duel". If you're a psychiatrist as you say, you'll understand me.
- I understand you and I leave you alone. Forgive me again ... "Damien said.
- Ego absolves you to peccatis tuis in the name of Patris, et Filii, and Spiritus Sancti. Amen. You can retire in peace, brother.
- Goodbye Noelia - Damien said, waving goodbye.
- Goodbye, brother Damien," Noelia replied, smiling politely at him.
Seconds later, Noelia remained in her isolation in the midst of the crowd that came and went incessantly. Oriental tourists did not neglect the details of the Government House or were astonished by the May Pyramid. Noelia smiled. For a moment she wanted to be part of that happy group that seemed so uprooted and whose buzz came to her ... in a day, any day ...
En un día, de cualquier día...
(Noelia se halla sentada en un banco de la Plaza de Mayo, noviembre de 1992.)
En un determinado instante, se sentó junto a ella, un tipo de unos treinta y cinco años. Cabellos castaños, ojos café y mirada sincera. Estaba bien vestido, de traje azul oscuro y corbata al tono, zapatos irremediablemente brillantes y caros. Si lo que pretendía era impresionar a Noelia, seguramente le costaría un precio mayor. A su vez, se encendió un cigarrillo, pero de tabaco…
- ¿Qué edad tenés? – preguntó impertinente el desconocido.
- Qué te importa, boludo – respondió aún más impertinente Noelia.
- No pretendía ser descortés, perdoname – replicó el joven.
- Yo tampoco. Sólo que hoy no es mi día.
- A veces pasa…
- Sí, a veces pasa. ¿Cómo te llamás? – preguntó Noelia.
- Damien, como el Anticristo de la Profecía – dijo Damien.
- No creo en pelotudeces.
- No, no. La película de Gregory Peck.
- No miro mucha tele, disculpame – agregó Noelia.
- Y vos, ¿cuál es tu nombre?
- Noelia.
- Como la de la canción.
- Exacto, como la de la canción – dijo Noelia poniendo los ojos en blanco, como cansada de ese lugar común.
- ¿No vas al cine?
- Ocasionalmente.
- Sos rara…
- Y vos un tipo de traje, que me pregunta por mi vida, como si fuera mi psicoanalista.
- Perdoname… - suplicó Damien.
- Perdoname aquí, perdoname allá. Te la pasás pidiendo perdón, parecés un penitente de la Edad Media cuando apareció lo de la peste negra.
- Parecés grosera, pero cuando hablás se devela tu cultura aunque no lo deseés, como si quisieras esconderla bajo un manto de palabrotas.
- ¿A qué te dedicás?
- Soy médico – dijo Damien.
- Ah, mirá.
- Psiquiatra.
- Era inevitable…
- ¿Que nos conociéramos?
- No, que fueras psiquiatra.
- ¿Tan evidente es?
- Lo evidente es que viste a una mina sola con cara de pocos amigos, sentada en un banco de plaza y te dijiste “me la voy a levantar”.
- Te juro que no era ésa mi intención.
- Entonces sos gay…
- ¡No!, no lo soy.
- Entonces me querías levantar y en lugar de eso, te encontrás a una que tiene la cabecita hecha una ensalada rusa. “Un caso”, por decirlo de otra manera.
- No te considero un caso, sos un ser humano ante todo.
- ¿En serio? Puede que sea humana o quizás, no; pero también puede ser que si hubiera sido un tipo, ni te habrías fijado en mí.
- No sé…
- Damien, de la Profecía, me acaban de rajar del Poder Judicial por consumo de estupefacientes. Tengo que elaborar el “duelo”. Si sos psiquiatra como decís, me vas a entender.
- Sí, lo entiendo. Te dejo tranquila. Perdoname de nuevo… - dijo Damien.
- Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Podés retirarte en paz, hermano.
- Adiós Noelia – dijo Damien despidiéndose.
- Adiós hermano Damien – contestó Noelia sonriéndole a modo de despedida cortés. Segundos después, Noelia seguía en su aislamiento en medio de la multitud que iba y venía sin cesar. Los turistas orientales no descuidaban detalles de la Casa de Gobierno o se asombraban con la Pirámide de Mayo. Noelia sonrió. Por un momento deseó ser parte de ese alegre grupo que parecía tan alborotado y cuyo bullicio llegaba hasta ella... en un día, de cualquier día...
- No pretendía ser descortés, perdoname – replicó el joven.
- Yo tampoco. Sólo que hoy no es mi día.
- A veces pasa…
- Sí, a veces pasa. ¿Cómo te llamás? – preguntó Noelia.
- Damien, como el Anticristo de la Profecía – dijo Damien.
- No creo en pelotudeces.
- No, no. La película de Gregory Peck.
- No miro mucha tele, disculpame – agregó Noelia.
- Y vos, ¿cuál es tu nombre?
- Noelia.
- Como la de la canción.
- Exacto, como la de la canción – dijo Noelia poniendo los ojos en blanco, como cansada de ese lugar común.
- ¿No vas al cine?
- Ocasionalmente.
- Sos rara…
- Y vos un tipo de traje, que me pregunta por mi vida, como si fuera mi psicoanalista.
- Perdoname… - suplicó Damien.
- Perdoname aquí, perdoname allá. Te la pasás pidiendo perdón, parecés un penitente de la Edad Media cuando apareció lo de la peste negra.
- Parecés grosera, pero cuando hablás se devela tu cultura aunque no lo deseés, como si quisieras esconderla bajo un manto de palabrotas.
- ¿A qué te dedicás?
- Soy médico – dijo Damien.
- Ah, mirá.
- Psiquiatra.
- Era inevitable…
- ¿Que nos conociéramos?
- No, que fueras psiquiatra.
- ¿Tan evidente es?
- Lo evidente es que viste a una mina sola con cara de pocos amigos, sentada en un banco de plaza y te dijiste “me la voy a levantar”.
- Te juro que no era ésa mi intención.
- Entonces sos gay…
- ¡No!, no lo soy.
- Entonces me querías levantar y en lugar de eso, te encontrás a una que tiene la cabecita hecha una ensalada rusa. “Un caso”, por decirlo de otra manera.
- No te considero un caso, sos un ser humano ante todo.
- ¿En serio? Puede que sea humana o quizás, no; pero también puede ser que si hubiera sido un tipo, ni te habrías fijado en mí.
- No sé…
- Damien, de la Profecía, me acaban de rajar del Poder Judicial por consumo de estupefacientes. Tengo que elaborar el “duelo”. Si sos psiquiatra como decís, me vas a entender.
- Sí, lo entiendo. Te dejo tranquila. Perdoname de nuevo… - dijo Damien.
- Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Podés retirarte en paz, hermano.
- Adiós Noelia – dijo Damien despidiéndose.
- Adiós hermano Damien – contestó Noelia sonriéndole a modo de despedida cortés. Segundos después, Noelia seguía en su aislamiento en medio de la multitud que iba y venía sin cesar. Los turistas orientales no descuidaban detalles de la Casa de Gobierno o se asombraban con la Pirámide de Mayo. Noelia sonrió. Por un momento deseó ser parte de ese alegre grupo que parecía tan alborotado y cuyo bullicio llegaba hasta ella... en un día, de cualquier día...
LMCN 2016 ®
domingo, 4 de diciembre de 2016
The new mysteries of Noelia
Christopher Owen Harrison (Philadelphia, 1829 - London, 1896)
Nuevos caminos de Noelia
“Habitar un laberinto es algo desesperante. O quizás me expreso pobremente. Es algo desesperanzador. Sé que la palabra suena fea. Pero no hallo otra más adecuada. Cada paso que das, parecen dos pasos que retrocedes. Si pierdes el hilo de Ariadna, lo pierdes todo. Toda esperanza se desvanece. Cada pasillo que elijas, sólo será vano entusiasmo por la libertad que no llega ni llegará. Sólo paredes a las que te aferras o golpeas casi exánime e impotente. Habitar un laberinto no es tarea para humanos, sino, para dioses. Y yo… no soy un dios”.
Christopher Owen Harrison (Filadelfia, 1829 – Londres, 1896)
lunes, 7 de noviembre de 2016
Praga te espera...
Capítulo 3
“A Praga… ida”
Buenos Aires, martes 25 de junio de 1968.
Diario “La Prensa”. Despacho de Juan Carlos Pacheco.
Pacheco había mandado llamar a Alejandra. Alejandra estaba por retirarse a su casa ese día. Iría a beber algo por ahí, con Daniel. Pacheco no sabía cómo tomaría la noticia. Se hallaba sumido en un profundo dilema: no deseaba enviar a Alejandra a Praga. Pero lo habían presionado desde arriba y desde la SIDE.
La oficina de Pacheco se ubicaba en el último piso. Ella, en cambio tenía su cuchitril en el primer subsuelo. No muy distante de las máquinas rotativas, que a veces la sacaban de quicio, lo cual no era una hazaña, sino un hábito. Tapada de recortes de noticias propias, lejanas, nuevas o vetustas, con polvo incluido y pinchadas en carteleras de corcho. Su escritorio era un asco, impresentable e irritante. A ella no le perturbaba su caos. “Es mi mugre y mi caos. Ellos y yo nos llevamos tan bien, que casi vamos de la manito como noviecitos…” – solía repetir a sus compañeros que la criticaban. Su “Lexikon 80”, a la que aporreaba con sus dos dedos, pues Alejandra no sabía escribir con los diez, de color marrón plateado, soportaba sus furias, cuando una nota no salía bien. O salía más o menos. Lo cual era más frecuente. Varias carpetas recalcitrantes disimulaban la panera. En ella cualquier papel de poca monta o un documento de altísima relevancia se codeaban palmo a palmo. La panera era como una caja de Pandora. Sobre esa caja de Pandora, un cadete, le había dejado el recado de Pacheco, para que ascendiera a la estratósfera del poder dentro del diario y fuera a hablar con él acerca de cierto asunto excepcional. A un costado del escritorio y algo tambaleante, un retrato de Daniel, manchado de café o de algo similar al café. Cada tanto lo miraba y lo tocaba, como sintiéndolo más cerca, que de tan cerca, estaría junto a ella o dentro de ella. En realidad, estaba adentro de su alma. Con o sin mancha de café.
Mientras subía las coquetas escaleras de mármol de Carrara, adornada de orfebrería de otros tiempos, Alejandra cavilaba. “Saigón o Praga”, “Congo o México”… “Da igual, de algo hay que morir y que se vayan a la puta que los parió” – decía entre dientes. En el camino hacia el despacho del jefe máximo o casi máximo o casi jefe, se topó con Luis Alberto Paredes. Paredes era el encargado de noticias sociales, pero no de la “baja” sociedad, sino de la otra. Acostumbrado a fiestas, ágapes, presentaciones de libros que sólo los leerían los amigos de sus autores, tan antiperonistas como quienes los escribieron, sándwiches, saladitos y derivados y con suerte algún Dom Pérignon caído del cielo, como un maná, pero con sabrosas burbujas. Paredes hacía honor a su apellido. En su persona rebotaban de manera infructuosa, todos los insultos y puteadas por más que fuera un perfecto prototipo de alcahuete. En verdad rebotaban precisamente por ser un alcahuete y caradura. Para Paredes no había “compañeros”, sino, “escalones” a los cuales pisar para ascender, como quien salta en una cama elástica y así, algún día, ocupar el rivadaviano sillón de Pacheco. Paredes bajaba de las alturas y casi colisionó con Alejandra…
- Hola Ale, ¿cómo estás querida? – dijo con falsa amabilidad Paredes.
- No soy tu querida y ando para el orto – respondió Alejandra.
- Siempre tan graciosa – disimuló desoírla Paredes.
- Graciosos son los monos. Si me querés llamar mona, hubieras sido más directo.
- Bueno Alejandrita, que termines bien el día…
“Alejandrita no me llama ni mi viejo, pelotudo”, - se alejó mascullando Alejandra.
"Alejandra en primavera", © Jorge Vai.
ISBN 978-987-33-5862-3
lunes, 17 de octubre de 2016
Wheels
"How do you know when to stop and when to go on. I wish I had traffic lights of life. How simple it would be all. You would know in advance what to do. And while, I think it would be very monotonous, we would like automatons, doing what is expected of us at every step, every moment. That life, would be hell. Then, there was something worse than this. Hamsters with their wheels, without stopping, to delight someone, maybe an omnipresent owner who gloats and laughs with his pets. Or maybe we are really hamsters and what we believe freedom is circumscribed to a bowl of shit we can not see or smell, touch, because we are so engrossed in our little miseries that we hardly see beyond our little lives are we are phagocytosed like the white blood cells do to the bacteria. What if... everything is a lie? ...
Noelia García diary, November 1994.-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)